Me di la vuelta muy despacio solo para darme cuenta que estaba en un cuarto idéntico al primero que vi cuando entré: solo una silla y una lámpara. No podÃa creerlo.
Me di vuelta para ver el número siete que habÃa rasguñado y me sorprendà al ver un número perfectamente normal sobre la puerta. Mi cuerpo temblaba, por lo que me tomó un momento poner mi mano sobre la perilla. Me quedé allÃ, parado por un momento, mirando la superficie de la puerta. Pero simplemente no podÃa quedarme en el cuarto seis.
Sin embargo, si esto apenas era el cuarto seis, no podÃa imaginar siquiera qué me tenÃa reservado el siete. Tal vez me quedé parado como un idiota al menos una hora, con la mirada clavada en el siete. Por fin, inhalando profundamente, le di la vuelta al picaporte y abrà la puerta.
Con un traspié atravesé la puerta, mentalmente y fÃsicamente exhausto. La puerta cerró detrás de mà y de pronto, me di cuenta de dónde estaba.
Estaba fuera.
No como en el cuarto 5.
De hecho estaba afuera.
Los ojos comenzaron a arderme terriblemente, querÃa romper en llanto. Caà de rodillas, pero no pude soltar una sola lágrima. Finalmente habÃa salido de aquel infierno. Ni siquiera me interesé por el premio que se me habÃa prometido. Volvà a ver la puerta y me percaté que era de hecho, la misma puerta de la entrada. Decidà ignorar la casa y alejarme. Encendà el auto y conduje a casa, pensando en lo maravillosa que sonaba la idea de una buena ducha.
Cuando llegué a la casa, me sentà perturbado. La felicidad de haber dejado La Casa sin Fin habÃa desaparecido y ahora lo único que sentÃa en el estómago era angustia. Traté de ignorar el sentimiento pensando que era un vago recuerdo de la casa. Tan pronto como entré, me dirigÃa mi cuarto. Sobre la cama, estaba mi gato, Baskerville. Era el primer ser viviente que habÃa visto desde que llegué a la Casa sin Fin, por lo que me acerqué a acariciarlo. Él me bufó y lanzó un zarpazo, asà que me aparté en shock, porque nunca se habÃa comportado de esa forma. Pensé “bah, como sea, es solo un gato viejo”, por lo que me dirigà a la bañera, preparándome para lo que me imaginé serÃa una noche en vela.
Después de tomar mi baño, fui a la cocina para prepararme algo de comer. Al bajar las escaleras, le eché un vistazo a la sala de estar y lo que và fue espeluznante.
Mis padres estaban en el piso, desnudos y bañados en sangre.
Sus cuerpos estaban mutilados de una forma que los hacÃa prácticamente inidentificables…sus miembros estaban arrancados y acomodados a un lado de sus torsos y sus cabezas estaban sobre sus pechos, mirándome. Pero la peor parte de la escena era su expresión. Estaban sonriendo, como si estuvieran felices de verme.
Vomité y me eché a llorar.
No sabÃa que habÃa pasado, ¡ellos ni siquiera vivÃan conmigo!
Todo era un desastre.
Luego, la vi.
Una puerta que no existÃa en mi casa.
Una puerta con un ocho enorme, garabateado con sangre.
Continúa: La casa sin fin (VI)
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Me di vuelta para ver el número siete que habÃa rasguñado y me sorprendà al ver un número perfectamente normal sobre la puerta. Mi cuerpo temblaba, por lo que me tomó un momento poner mi mano sobre la perilla. Me quedé allÃ, parado por un momento, mirando la superficie de la puerta. Pero simplemente no podÃa quedarme en el cuarto seis.
Sin embargo, si esto apenas era el cuarto seis, no podÃa imaginar siquiera qué me tenÃa reservado el siete. Tal vez me quedé parado como un idiota al menos una hora, con la mirada clavada en el siete. Por fin, inhalando profundamente, le di la vuelta al picaporte y abrà la puerta.
Con un traspié atravesé la puerta, mentalmente y fÃsicamente exhausto. La puerta cerró detrás de mà y de pronto, me di cuenta de dónde estaba.
Estaba fuera.
De hecho estaba afuera.
Los ojos comenzaron a arderme terriblemente, querÃa romper en llanto. Caà de rodillas, pero no pude soltar una sola lágrima. Finalmente habÃa salido de aquel infierno. Ni siquiera me interesé por el premio que se me habÃa prometido. Volvà a ver la puerta y me percaté que era de hecho, la misma puerta de la entrada. Decidà ignorar la casa y alejarme. Encendà el auto y conduje a casa, pensando en lo maravillosa que sonaba la idea de una buena ducha.
Cuando llegué a la casa, me sentà perturbado. La felicidad de haber dejado La Casa sin Fin habÃa desaparecido y ahora lo único que sentÃa en el estómago era angustia. Traté de ignorar el sentimiento pensando que era un vago recuerdo de la casa. Tan pronto como entré, me dirigÃa mi cuarto. Sobre la cama, estaba mi gato, Baskerville. Era el primer ser viviente que habÃa visto desde que llegué a la Casa sin Fin, por lo que me acerqué a acariciarlo. Él me bufó y lanzó un zarpazo, asà que me aparté en shock, porque nunca se habÃa comportado de esa forma. Pensé “bah, como sea, es solo un gato viejo”, por lo que me dirigà a la bañera, preparándome para lo que me imaginé serÃa una noche en vela.
Después de tomar mi baño, fui a la cocina para prepararme algo de comer. Al bajar las escaleras, le eché un vistazo a la sala de estar y lo que và fue espeluznante.
Mis padres estaban en el piso, desnudos y bañados en sangre.
Sus cuerpos estaban mutilados de una forma que los hacÃa prácticamente inidentificables…sus miembros estaban arrancados y acomodados a un lado de sus torsos y sus cabezas estaban sobre sus pechos, mirándome. Pero la peor parte de la escena era su expresión. Estaban sonriendo, como si estuvieran felices de verme.
Vomité y me eché a llorar.
No sabÃa que habÃa pasado, ¡ellos ni siquiera vivÃan conmigo!
Todo era un desastre.
Luego, la vi.
Una puerta que no existÃa en mi casa.
Una puerta con un ocho enorme, garabateado con sangre.
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