La casa sin fin (V)

Me di la vuelta muy despacio solo para darme cuenta que estaba en un cuarto idéntico al primero que vi cuando entré: solo una silla y una lámpara. No podía creerlo.

Me di vuelta para ver el número siete que había rasguñado y me sorprendí al ver un número perfectamente normal sobre la puerta. Mi cuerpo temblaba, por lo que me tomó un momento poner mi mano sobre la perilla. Me quedé allí, parado por un momento, mirando la superficie de la puerta. Pero simplemente no podía quedarme en el cuarto seis.

Sin embargo, si esto apenas era el cuarto seis, no podía imaginar siquiera qué me tenía reservado el siete. Tal vez me quedé parado como un idiota al menos una hora, con la mirada clavada en el siete. Por fin, inhalando profundamente, le di la vuelta al picaporte y abrí la puerta.

Con un traspié atravesé la puerta, mentalmente y físicamente exhausto. La puerta cerró detrás de mí y de pronto, me di cuenta de dónde estaba.

Estaba fuera.

No como en el cuarto 5.
De hecho estaba afuera.

Los ojos comenzaron a arderme terriblemente, quería romper en llanto. Caí de rodillas, pero no pude soltar una sola lágrima. Finalmente había salido de aquel infierno. Ni siquiera me interesé por el premio que se me había prometido. Volví a ver la puerta y me percaté que era de hecho, la misma puerta de la entrada. Decidí ignorar la casa y alejarme. Encendí el auto y conduje a casa, pensando en lo maravillosa que sonaba la idea de una buena ducha.



Cuando llegué a la casa, me sentí perturbado. La felicidad de haber dejado La Casa sin Fin había desaparecido y ahora lo único que sentía en el estómago era angustia. Traté de ignorar el sentimiento pensando que era un vago recuerdo de la casa. Tan pronto como entré, me dirigía mi cuarto. Sobre la cama, estaba mi gato, Baskerville. Era el primer ser viviente que había visto desde que llegué a la Casa sin Fin, por lo que me acerqué a acariciarlo. Él me bufó y lanzó un zarpazo, así que me aparté en shock, porque nunca se había comportado de esa forma. Pensé “bah, como sea, es solo un gato viejo”, por lo que me dirigí a la bañera, preparándome para lo que me imaginé sería una noche en vela.

Después de tomar mi baño, fui a la cocina para prepararme algo de comer. Al bajar las escaleras, le eché un vistazo a la sala de estar y lo que ví fue espeluznante.

Mis padres estaban en el piso, desnudos y bañados en sangre.



Sus cuerpos estaban mutilados de una forma que los hacía prácticamente inidentificables…sus miembros estaban arrancados y acomodados a un lado de sus torsos y sus cabezas estaban sobre sus pechos, mirándome. Pero la peor parte de la escena era su expresión. Estaban sonriendo, como si estuvieran felices de verme.

Vomité y me eché a llorar.

No sabía que había pasado, ¡ellos ni siquiera vivían conmigo!

Todo era un desastre.

Luego, la vi.

Una puerta que no existía en mi casa.

Una puerta con un ocho enorme, garabateado con sangre.




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TheIronbird

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