La casa sin fin (IV)

Cerré la puerta detrás de mí, con los ojos cerrados y mis oídos y mis oídos zumbando. El sonido terrible del cuarto seis me invadía. En cuanto la puerta se cerró totalmente, el silencio volvió, sorpresivamente.

Abrí los ojos, temeroso y sorprendido vi que la puerta cerré había desaparecido. Ahora solo era una pared. Miré alrededor, en estado de shock: el cuarto era idéntico al número tres (la misma silla, la misma lámpara), pero con las sombras normales de acuerdo a la luz. La única diferencia era que tampoco había puerta de salida.

Como dije antes, nunca he tenido problemas de salud mental, pero en aquel momento supe lo que era la locura. No grité. No hice ningún sonido.

Primero toque la pared suavemente. La pared era sólida, y tenía la esperanza de que la puerta estuviera en alguna parte. Tenía la sensación de que así era. Arañé la pared en el lugar donde habría estado el picaporte. Arañé.



Arañé más y más, hasta que me encontré como un desquiciado arañando toda la pared en desesperación, con ambas manos, hasta que me quedé sin uñas y con los dedos ensangrentados.

Caí de rodillas, con el único sonido el de mis intentos de rasguñar la pared…

¡Estaba allí! ¡La puerta estaba allí! ¡Sabía que estaba allí!

Sabía que si podia de alguna forma hacer un hueco en la pared…



—… ¿Estás bien?


Brinqué asustado y me giré rápidamente, recargándome con la espalda en la pared para ver quién me había hablado. Aún hoy, me arrepiento de haberla visto.

Era una niñita. Traía puesto un suave vestido blanco que le llegaba a los tobillos. Tenía el pelo rubio, largo hasta la mitad de la espalda. Sus ojos eran azules y su piel blanca. Ella ha sido la cosa que más me ha horrorizado en la vida y sé que nada me perturbará tanto como ella lo hizo. Mientras la veía, comencé a ver algo más…


…poco a poco su figura fue cambiando, hasta que sus miembros lucían como los de un hombre, pero con las extremidades muy largas y cubiertas de pelo…estaba desnudo y su cabeza no era humana, y sus pies eran monstruosos. No era el Diablo, pero en ese momento bien podía haberlo sido. El cráneo era el de un carnero, pero el hocico era de un lobo.


Era espantoso.

No sé cómo explicarlo…pero la niña de alguna forma seguía allí. Eran la misma cosa, eran la misma forma. Estaban en el mismo lugar, frente a mí, pero parecía que ambos estaban en dos dimensiones distintas. Cuando miraba a la niña, veía al monstruo y visceversa.

No podía articular palabra, apenas si podía ver… mi mente desvariaba. Había estado asustado antes, me aterré en el cuarto número cuatro…pero todo eso era nada comparado con el cuarto seis. No había salida y estaba atrapado allí. Entonces…ella…la cosa…comenzó a hablar de Nuevo.

—David, debiste haber hecho caso.

Escuché las palabras de la niñita, pero la otra entidad habló en mi mente con una voz tan terrible que no me atrevo siquiera a describirla. No había más sonidos, la voz siguió repitiendo esas palabras dentro de mi cabeza y no podía hacer más que decirle que sí, que tenía razón. No sabía qué más hacer. Poco a poco descendía a la locura, y aún así no podía apartar mis ojos del ser delante de mí.

Caí al piso, creyendo que me desmayaría, pero el cuarto no me lo permitió.

Solo quería que terminara.

Estaba tirado sobre uno de mis costados, los ojos muy abiertos y el ser clavándome la mirada. Una de las ratas mecánicas del segundo cuarto, entró, revelando una puerta enfrente de mí.

La casa estaba jugando conmigo, pero por alguna razón, al ver a la rata, mi mente volvió a su cauce desde el borde de la demencia y con grandes esfuerzos miré alrededor del cuarto. Una nueva determinación me invadió: tenía que salir a como diera lugar, fuera de esa casa, salir vivo y no volver siquiera pensar en ese lugar.

Sabía que ese cuarto era el infierno y yo no estaba dispuesto a quedarme. Primero, solo mis ojos podían moverse, y como pude con la mirada, repasé el cuarto buscando algún tipo de salida. El lugar no era muy grande, así que no tomó más que unos segundos y con el demonio acosándome, inclinándose sobre mí mientras la horrible voz aún gritaba en mi cerebro. Tembloroso, puse mis manos en el suelo, me levanté hasta estar en cuatro y arrastré a ver la pared por donde “entré”.

La niña/cosa ahora me respiraba en la espalda, susurrando aún que no debía haber ido. El aliento ahora sobre mi nuca, tratando de hacerme voltear…pero yo me rehusé a obederlo. Observe

Lo que vi era increíble.

Con las marcas de mis uñas, estaba trazado un largo rectángulo en forma de pared, con una rendija en el centro. Mis ojos trazaron el enorme número 7 que mis dedos ensangrentados habían trazado en la pared y me di cuenta que la puerta del siguiente cuarto se encontraba justo donde la del cuarto número 5 había estado.

No sé cómo lo hice (quizá era solo el estado de mi mente en ese momento) pero había creado la puerta. En mi locura, lo había hecho: abrirme, a punta de rasguños, una puerta al siguiente cuarto.

El demonio aún estaba detrás de mí, pero por alguno razón no podía tocarme. Cerré los ojos y presioné las manos sobre el número siete, empujando con todas las fuerzas que me quedaban.

El demonio ahora gritaba y lanzaba espeluzantes alaridos, diciéndome que nunca me iría, que era el final pero que no moriría, sino que me quedaría viviendo en el cuarto seis con él.

Pero no.

No.

Empujé más, gritando a todo pulmón.

Apreté mis párpados aún más, gritando.

El demonio había desaparecido.

Otra vez, silencio.


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TheIronbird

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