Cerré la puerta detrás de mÃ, con los ojos cerrados y mis oÃdos y mis oÃdos zumbando. El sonido terrible del cuarto seis me invadÃa. En cuanto la puerta se cerró totalmente, el silencio volvió, sorpresivamente.
Abrà los ojos, temeroso y sorprendido vi que la puerta cerré habÃa desaparecido. Ahora solo era una pared. Miré alrededor, en estado de shock: el cuarto era idéntico al número tres (la misma silla, la misma lámpara), pero con las sombras normales de acuerdo a la luz. La única diferencia era que tampoco habÃa puerta de salida.
Como dije antes, nunca he tenido problemas de salud mental, pero en aquel momento supe lo que era la locura. No grité. No hice ningún sonido.
Primero toque la pared suavemente. La pared era sólida, y tenÃa la esperanza de que la puerta estuviera en alguna parte. TenÃa la sensación de que asà era. Arañé la pared en el lugar donde habrÃa estado el picaporte. Arañé.
Arañé más y más, hasta que me encontré como un desquiciado arañando toda la pared en desesperación, con ambas manos, hasta que me quedé sin uñas y con los dedos ensangrentados.
Caà de rodillas, con el único sonido el de mis intentos de rasguñar la pared…
¡Estaba allÃ! ¡La puerta estaba allÃ! ¡SabÃa que estaba allÃ!
SabÃa que si podia de alguna forma hacer un hueco en la pared…
—… ¿Estás bien?
Brinqué asustado y me giré rápidamente, recargándome con la espalda en la pared para ver quién me habÃa hablado. Aún hoy, me arrepiento de haberla visto.
Era una niñita. TraÃa puesto un suave vestido blanco que le llegaba a los tobillos. TenÃa el pelo rubio, largo hasta la mitad de la espalda. Sus ojos eran azules y su piel blanca. Ella ha sido la cosa que más me ha horrorizado en la vida y sé que nada me perturbará tanto como ella lo hizo. Mientras la veÃa, comencé a ver algo más…
…poco a poco su figura fue cambiando, hasta que sus miembros lucÃan como los de un hombre, pero con las extremidades muy largas y cubiertas de pelo…estaba desnudo y su cabeza no era humana, y sus pies eran monstruosos. No era el Diablo, pero en ese momento bien podÃa haberlo sido. El cráneo era el de un carnero, pero el hocico era de un lobo.
Era espantoso.
No sé cómo explicarlo…pero la niña de alguna forma seguÃa allÃ. Eran la misma cosa, eran la misma forma. Estaban en el mismo lugar, frente a mÃ, pero parecÃa que ambos estaban en dos dimensiones distintas. Cuando miraba a la niña, veÃa al monstruo y visceversa.
No podÃa articular palabra, apenas si podÃa ver… mi mente desvariaba. HabÃa estado asustado antes, me aterré en el cuarto número cuatro…pero todo eso era nada comparado con el cuarto seis. No habÃa salida y estaba atrapado allÃ. Entonces…ella…la cosa…comenzó a hablar de Nuevo.
—David, debiste haber hecho caso.
Escuché las palabras de la niñita, pero la otra entidad habló en mi mente con una voz tan terrible que no me atrevo siquiera a describirla. No habÃa más sonidos, la voz siguió repitiendo esas palabras dentro de mi cabeza y no podÃa hacer más que decirle que sÃ, que tenÃa razón. No sabÃa qué más hacer. Poco a poco descendÃa a la locura, y aún asà no podÃa apartar mis ojos del ser delante de mÃ.
Caà al piso, creyendo que me desmayarÃa, pero el cuarto no me lo permitió.
Solo querÃa que terminara.
Estaba tirado sobre uno de mis costados, los ojos muy abiertos y el ser clavándome la mirada. Una de las ratas mecánicas del segundo cuarto, entró, revelando una puerta enfrente de mÃ.
La casa estaba jugando conmigo, pero por alguna razón, al ver a la rata, mi mente volvió a su cauce desde el borde de la demencia y con grandes esfuerzos miré alrededor del cuarto. Una nueva determinación me invadió: tenÃa que salir a como diera lugar, fuera de esa casa, salir vivo y no volver siquiera pensar en ese lugar.
SabÃa que ese cuarto era el infierno y yo no estaba dispuesto a quedarme. Primero, solo mis ojos podÃan moverse, y como pude con la mirada, repasé el cuarto buscando algún tipo de salida. El lugar no era muy grande, asà que no tomó más que unos segundos y con el demonio acosándome, inclinándose sobre mà mientras la horrible voz aún gritaba en mi cerebro. Tembloroso, puse mis manos en el suelo, me levanté hasta estar en cuatro y arrastré a ver la pared por donde “entré”.
La niña/cosa ahora me respiraba en la espalda, susurrando aún que no debÃa haber ido. El aliento ahora sobre mi nuca, tratando de hacerme voltear…pero yo me rehusé a obederlo. Observe
Lo que vi era increÃble.
Con las marcas de mis uñas, estaba trazado un largo rectángulo en forma de pared, con una rendija en el centro. Mis ojos trazaron el enorme número 7 que mis dedos ensangrentados habÃan trazado en la pared y me di cuenta que la puerta del siguiente cuarto se encontraba justo donde la del cuarto número 5 habÃa estado.
No sé cómo lo hice (quizá era solo el estado de mi mente en ese momento) pero habÃa creado la puerta. En mi locura, lo habÃa hecho: abrirme, a punta de rasguños, una puerta al siguiente cuarto.
El demonio aún estaba detrás de mÃ, pero por alguno razón no podÃa tocarme. Cerré los ojos y presioné las manos sobre el número siete, empujando con todas las fuerzas que me quedaban.
El demonio ahora gritaba y lanzaba espeluzantes alaridos, diciéndome que nunca me irÃa, que era el final pero que no morirÃa, sino que me quedarÃa viviendo en el cuarto seis con él.
Pero no.
No.
Empujé más, gritando a todo pulmón.
Apreté mis párpados aún más, gritando.
El demonio habÃa desaparecido.
Otra vez, silencio.
Continúa: La casa sin fin (V)
Anterior: La casa sin fin (III)
Abrà los ojos, temeroso y sorprendido vi que la puerta cerré habÃa desaparecido. Ahora solo era una pared. Miré alrededor, en estado de shock: el cuarto era idéntico al número tres (la misma silla, la misma lámpara), pero con las sombras normales de acuerdo a la luz. La única diferencia era que tampoco habÃa puerta de salida.
Como dije antes, nunca he tenido problemas de salud mental, pero en aquel momento supe lo que era la locura. No grité. No hice ningún sonido.
Primero toque la pared suavemente. La pared era sólida, y tenÃa la esperanza de que la puerta estuviera en alguna parte. TenÃa la sensación de que asà era. Arañé la pared en el lugar donde habrÃa estado el picaporte. Arañé.
Arañé más y más, hasta que me encontré como un desquiciado arañando toda la pared en desesperación, con ambas manos, hasta que me quedé sin uñas y con los dedos ensangrentados.
Caà de rodillas, con el único sonido el de mis intentos de rasguñar la pared…
¡Estaba allÃ! ¡La puerta estaba allÃ! ¡SabÃa que estaba allÃ!
SabÃa que si podia de alguna forma hacer un hueco en la pared…
—… ¿Estás bien?
Brinqué asustado y me giré rápidamente, recargándome con la espalda en la pared para ver quién me habÃa hablado. Aún hoy, me arrepiento de haberla visto.
Era una niñita. TraÃa puesto un suave vestido blanco que le llegaba a los tobillos. TenÃa el pelo rubio, largo hasta la mitad de la espalda. Sus ojos eran azules y su piel blanca. Ella ha sido la cosa que más me ha horrorizado en la vida y sé que nada me perturbará tanto como ella lo hizo. Mientras la veÃa, comencé a ver algo más…
…poco a poco su figura fue cambiando, hasta que sus miembros lucÃan como los de un hombre, pero con las extremidades muy largas y cubiertas de pelo…estaba desnudo y su cabeza no era humana, y sus pies eran monstruosos. No era el Diablo, pero en ese momento bien podÃa haberlo sido. El cráneo era el de un carnero, pero el hocico era de un lobo.
Era espantoso.
No sé cómo explicarlo…pero la niña de alguna forma seguÃa allÃ. Eran la misma cosa, eran la misma forma. Estaban en el mismo lugar, frente a mÃ, pero parecÃa que ambos estaban en dos dimensiones distintas. Cuando miraba a la niña, veÃa al monstruo y visceversa.
No podÃa articular palabra, apenas si podÃa ver… mi mente desvariaba. HabÃa estado asustado antes, me aterré en el cuarto número cuatro…pero todo eso era nada comparado con el cuarto seis. No habÃa salida y estaba atrapado allÃ. Entonces…ella…la cosa…comenzó a hablar de Nuevo.
—David, debiste haber hecho caso.
Escuché las palabras de la niñita, pero la otra entidad habló en mi mente con una voz tan terrible que no me atrevo siquiera a describirla. No habÃa más sonidos, la voz siguió repitiendo esas palabras dentro de mi cabeza y no podÃa hacer más que decirle que sÃ, que tenÃa razón. No sabÃa qué más hacer. Poco a poco descendÃa a la locura, y aún asà no podÃa apartar mis ojos del ser delante de mÃ.
Caà al piso, creyendo que me desmayarÃa, pero el cuarto no me lo permitió.
Solo querÃa que terminara.
Estaba tirado sobre uno de mis costados, los ojos muy abiertos y el ser clavándome la mirada. Una de las ratas mecánicas del segundo cuarto, entró, revelando una puerta enfrente de mÃ.
La casa estaba jugando conmigo, pero por alguna razón, al ver a la rata, mi mente volvió a su cauce desde el borde de la demencia y con grandes esfuerzos miré alrededor del cuarto. Una nueva determinación me invadió: tenÃa que salir a como diera lugar, fuera de esa casa, salir vivo y no volver siquiera pensar en ese lugar.
SabÃa que ese cuarto era el infierno y yo no estaba dispuesto a quedarme. Primero, solo mis ojos podÃan moverse, y como pude con la mirada, repasé el cuarto buscando algún tipo de salida. El lugar no era muy grande, asà que no tomó más que unos segundos y con el demonio acosándome, inclinándose sobre mà mientras la horrible voz aún gritaba en mi cerebro. Tembloroso, puse mis manos en el suelo, me levanté hasta estar en cuatro y arrastré a ver la pared por donde “entré”.
La niña/cosa ahora me respiraba en la espalda, susurrando aún que no debÃa haber ido. El aliento ahora sobre mi nuca, tratando de hacerme voltear…pero yo me rehusé a obederlo. Observe
Lo que vi era increÃble.
Con las marcas de mis uñas, estaba trazado un largo rectángulo en forma de pared, con una rendija en el centro. Mis ojos trazaron el enorme número 7 que mis dedos ensangrentados habÃan trazado en la pared y me di cuenta que la puerta del siguiente cuarto se encontraba justo donde la del cuarto número 5 habÃa estado.
No sé cómo lo hice (quizá era solo el estado de mi mente en ese momento) pero habÃa creado la puerta. En mi locura, lo habÃa hecho: abrirme, a punta de rasguños, una puerta al siguiente cuarto.
El demonio aún estaba detrás de mÃ, pero por alguno razón no podÃa tocarme. Cerré los ojos y presioné las manos sobre el número siete, empujando con todas las fuerzas que me quedaban.
El demonio ahora gritaba y lanzaba espeluzantes alaridos, diciéndome que nunca me irÃa, que era el final pero que no morirÃa, sino que me quedarÃa viviendo en el cuarto seis con él.
Pero no.
No.
Empujé más, gritando a todo pulmón.
Apreté mis párpados aún más, gritando.
El demonio habÃa desaparecido.
Otra vez, silencio.
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