Mientras me adentré al quinto cuarto, comencé a escuchar todo lo que cualquiera escucharÃa en un bosque: el sonido de los insectos y el batir de alas de los pájaros eran mi única compañÃa allà dentro.
Seguà caminando, esperando que después del siguiente árbol que pasara pudiera ver la puerta de salida. Después de algunos momentos, sentà un mosquito posarse en mi brazo. Lo espanté y seguà caminando. Segundos después, diez mosquitos más se pararon sobre mà pero en distintas partes de mi cuerpo.
Los sentà trepárseme a los brazos y a las piernas e incluso algunos sobre mi cara. Me sacudà con fiereza para quitármelos de encima, pero seguÃan acosándome. Finalmente, volteé a verlos para simplemente dejar salir un grito ahogado: no habÃa un solo insecto. No tenÃa ningún insecto, ni mosquito ni nada, sobre mÃ. Pero podÃa sentirlos claramente.
PodÃa escucharlos volar, con su molesto zumbido, y parándoseme en la cara, la nariz, las mejillas, pero no habÃa nada allÃ.
Comencé a sentir más y más insectos sobre mÃ, y escucharlos alrededor…me tiré al suelo y comencé a rodar, tratando de quitármelos de encima, desesperado. Odio a los insectos, especialmente aquellos que no puedo ver o tocar, pero en ese momento estaban sobre mÃ.
Me tiré al piso y comencé a arrastrarme. No sabÃa ni siquiera hacia dónde dirigirme, la entrada ya no era visible y aún no habÃa ubicado la salida. Asà que solo seguà arrastrándome, con la sensación en mi piel de los bichos fantasmales.
Después de lo que me pareció una eternidad, encontré la puerta. Como pude, me agarré del primer árbol que estaba cerca y me levanté, aun sacudiendo los insectos fuera de mis brazos y piernas, sin conseguir que la sensación se fuera. Quise correr, pero no pude, estaba exhausto tras arrastrarme y por tratar de quitarme lo que sea que estuviera sobre mÃ. Tembloroso, di unos cuantos pasos hacia la puerta, agarrándome de las ramas alrededor como bastón.
Estando a unos metros de la salida, lo escuché. El zumbido de antes. VenÃa justo del cuarto siguiente, y era mucho más profundo. Casi podÃa sentirlo dentro de mi cuerpo, como cuando sientes en las tripas las vibraciones de la música al estar cerca de una bocina. La sensación de los insectos sobre mà disminuÃa conforme el sonido se incrementaba.
Cuando puse mi mano sobre el picaporte, me di cuenta de que si me quedaba, los insectos regresarÃan y no habrÃa forma de volver al cuarto número cuatro. Me quedé parado allÃ, mi mano presionando la puerta marcada con el número seis y mi mano temblorosa sobre el pomo. El zumbido ahora era tan fuerte que ni siquiera podÃa escuchar mis pensamientos, pero no tenÃa otra opción que seguir. La sexta puerta se abrió.
Y el cuarto seis era el infierno.
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Seguà caminando, esperando que después del siguiente árbol que pasara pudiera ver la puerta de salida. Después de algunos momentos, sentà un mosquito posarse en mi brazo. Lo espanté y seguà caminando. Segundos después, diez mosquitos más se pararon sobre mà pero en distintas partes de mi cuerpo.
Los sentà trepárseme a los brazos y a las piernas e incluso algunos sobre mi cara. Me sacudà con fiereza para quitármelos de encima, pero seguÃan acosándome. Finalmente, volteé a verlos para simplemente dejar salir un grito ahogado: no habÃa un solo insecto. No tenÃa ningún insecto, ni mosquito ni nada, sobre mÃ. Pero podÃa sentirlos claramente.
PodÃa escucharlos volar, con su molesto zumbido, y parándoseme en la cara, la nariz, las mejillas, pero no habÃa nada allÃ.
Comencé a sentir más y más insectos sobre mÃ, y escucharlos alrededor…me tiré al suelo y comencé a rodar, tratando de quitármelos de encima, desesperado. Odio a los insectos, especialmente aquellos que no puedo ver o tocar, pero en ese momento estaban sobre mÃ.
Me tiré al piso y comencé a arrastrarme. No sabÃa ni siquiera hacia dónde dirigirme, la entrada ya no era visible y aún no habÃa ubicado la salida. Asà que solo seguà arrastrándome, con la sensación en mi piel de los bichos fantasmales.
Después de lo que me pareció una eternidad, encontré la puerta. Como pude, me agarré del primer árbol que estaba cerca y me levanté, aun sacudiendo los insectos fuera de mis brazos y piernas, sin conseguir que la sensación se fuera. Quise correr, pero no pude, estaba exhausto tras arrastrarme y por tratar de quitarme lo que sea que estuviera sobre mÃ. Tembloroso, di unos cuantos pasos hacia la puerta, agarrándome de las ramas alrededor como bastón.
Estando a unos metros de la salida, lo escuché. El zumbido de antes. VenÃa justo del cuarto siguiente, y era mucho más profundo. Casi podÃa sentirlo dentro de mi cuerpo, como cuando sientes en las tripas las vibraciones de la música al estar cerca de una bocina. La sensación de los insectos sobre mà disminuÃa conforme el sonido se incrementaba.
Cuando puse mi mano sobre el picaporte, me di cuenta de que si me quedaba, los insectos regresarÃan y no habrÃa forma de volver al cuarto número cuatro. Me quedé parado allÃ, mi mano presionando la puerta marcada con el número seis y mi mano temblorosa sobre el pomo. El zumbido ahora era tan fuerte que ni siquiera podÃa escuchar mis pensamientos, pero no tenÃa otra opción que seguir. La sexta puerta se abrió.
Y el cuarto seis era el infierno.
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