Esa mañana no había gran cosa para desayunar, salvo algo de leche, un par de huevos y un poco de jamón.
Comencé a preparar los huevos con el jamón, y demasiado perezoso para buscar un vaso limpio, agarré el cartón de leche y le tomé directamente. No pasaron ni dos minutos cuando empecé a sentir algo atorado en la garganta.
Comencé a toser, tratando de expulsar lo que sea que fuera, cuando de pronto pensé que quizá algún insecto habría caído dentro de la leche, por lo que corrí al fregadero y comencé a tener arcadas, tratando de vomitar.
Después de un momento de tratar de sacar aquello sin éxito, examiné el bote de leche para ver qué podría ser, entonces vi la foto de una niña perdida en el cartón. Apenas había leído la palabra “extraviada”, tosí fuertemente, expulsando algo que rebotó un par de veces en el piso, haciendo un ruido metálico.
Me incliné a ver qué había sido, y abrí muy grandes los ojos.
Era ni más ni menos que un botón.
Un botón idéntico a los de la blusa de la niña en el cartón de leche.

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