Suena el teléfono. Corro para contestarlo, pensando que podrÃa ser mi padre, que viene a rescatarme de la casa de Myrlie y a decirme que todo esto sobre Elizabeth ha sido una mala broma y que todo estará bien.
Entonces mi mamá dejarÃa de llorar, Elizabeth solo serÃa una chica cualquiera que mi madre conoció en su infancia y todo estará bien.
—Oh, Elizabeth—Dice la otra voz cuando contesto el teléfono, y está llorando. No es papá, sino que se trata de mi madre.
—¿Mamá? Soy Bethany, no Elizabeth.
—Elizabeth, ¡tontita! ¿Es este uno de los nombres que te inventas? Escucha, Elizabeth, te llamé para decirte adiós.
—¿Mamá? No soy Elizabeth, soy Bethany, ¿de qué estás hablando?
—¡Elizabeth! Sé que estás un poco confundida por la medicina que te están dando en el hospital. Desde el choque, he sabido exactamente lo que pasarÃa.
—Mamá, me estás asustando…por favor…—suplico. Pero mi madre no escucha.
—QuerÃa decirte adiós, decirte que lo mucho que te amé, aunque ya no eres la misma, y que pronto estarás con nosotros después de que…fallezcas.
—¿Mamá? ¿Eres tú? ¡Mamá, por favor! ¡Dime de qué estás hablando!—Lloro.
—Hemos guardado algunas de tus células, y haremos una copia exacta de ti. Solo faltan unas pocas más y la próxima será la última vez. ¡Será como si nunca hubiera pasado, Eli!—Casi podÃa escuchar un atisbo de alegrÃa en su voz.
Hubo un largo silencio en el teléfono.
—¿Qué quieres decir?—Susurro.
—Oh, Elizabeth, estarás viva otra vez, y lucirás exactamente igual. También mami y papi. Ya es tu decimotercer cumpleaños y morirás esta noche, como todos los demás. Te amo tanto, bebé. Myrlie te dará de su veneno, y entonces la otra renacerá—Ella cuelga, dejándome solo con el siniestro y repetitivo sonido del “Bip”.
Mi corazón comienza a galopar. Escucho los pasos de Myrlie, asà que camino hacia la cocina y luego corro hacia la puerta principal. Al abrirla, me doy cuenta de que el tapete de la entrada ya no está y que en su lugar hay letras pintadas con gis en mayúscula que dicen:
Lo que siento a continuación es un dolor penetrante, una bala de plata en el cerebro.
—Aww, es preciosa, ¿qué nombre le pondrá?—Dice la enfermera.
—No lo sé, tengo un buen presentimiento sobre esta. Quizá le llame Elizabeth.
Entonces mi mamá dejarÃa de llorar, Elizabeth solo serÃa una chica cualquiera que mi madre conoció en su infancia y todo estará bien.
—Oh, Elizabeth—Dice la otra voz cuando contesto el teléfono, y está llorando. No es papá, sino que se trata de mi madre.
—¿Mamá? Soy Bethany, no Elizabeth.
—Elizabeth, ¡tontita! ¿Es este uno de los nombres que te inventas? Escucha, Elizabeth, te llamé para decirte adiós.
—¿Mamá? No soy Elizabeth, soy Bethany, ¿de qué estás hablando?
—¡Elizabeth! Sé que estás un poco confundida por la medicina que te están dando en el hospital. Desde el choque, he sabido exactamente lo que pasarÃa.
—Mamá, me estás asustando…por favor…—suplico. Pero mi madre no escucha.
—QuerÃa decirte adiós, decirte que lo mucho que te amé, aunque ya no eres la misma, y que pronto estarás con nosotros después de que…fallezcas.
—¿Mamá? ¿Eres tú? ¡Mamá, por favor! ¡Dime de qué estás hablando!—Lloro.
—Hemos guardado algunas de tus células, y haremos una copia exacta de ti. Solo faltan unas pocas más y la próxima será la última vez. ¡Será como si nunca hubiera pasado, Eli!—Casi podÃa escuchar un atisbo de alegrÃa en su voz.
Hubo un largo silencio en el teléfono.
—¿Qué quieres decir?—Susurro.
—Oh, Elizabeth, estarás viva otra vez, y lucirás exactamente igual. También mami y papi. Ya es tu decimotercer cumpleaños y morirás esta noche, como todos los demás. Te amo tanto, bebé. Myrlie te dará de su veneno, y entonces la otra renacerá—Ella cuelga, dejándome solo con el siniestro y repetitivo sonido del “Bip”.
Mi corazón comienza a galopar. Escucho los pasos de Myrlie, asà que camino hacia la cocina y luego corro hacia la puerta principal. Al abrirla, me doy cuenta de que el tapete de la entrada ya no está y que en su lugar hay letras pintadas con gis en mayúscula que dicen:
BETHANY, el lugar de los higos, el pueblo de la resurrección. CLONACIÓN DIGISPUR.
Lo que siento a continuación es un dolor penetrante, una bala de plata en el cerebro.
—Aww, es preciosa, ¿qué nombre le pondrá?—Dice la enfermera.
—No lo sé, tengo un buen presentimiento sobre esta. Quizá le llame Elizabeth.