Hace un tiempo, viví una de las experiencias más...bueno, no desagradables, pero sí fuertes de mi vida. Fue una de esas experiencias de cambios grandes en los que una relación pende de un hilo. Pues bien, todo esto fue a raíz de la boda de quien ha compartido su amistad incondicional conmigo desde que estábamos en la universidad.

Es muy probable que dentro de mi cabeza y corazón haya hecho una tormenta en un vaso de agua, pero muchas cosas alrededor de esa boda me causaron (y probablemente me siguen causando) graves conflictos.

No fue una boda donde se me hubiera incluido, no. No se me invitó a ayudar con nada, con la mínima elección, que es lo que esperarías de tu mejor amigo(a). Es decir, cuando tu casi brother/sister se casa, y eres su mejor amigo(a) lo más natural es que seas parte importante de ese evento.

Pero no. Este no fue el caso.

Por una simple (no obstante, muy importante) razón:

Odio a quien será su pareja de por vida.

Es posible que esté exagerando. No es como si quisiera que se muriera. Simplemente creo que es...demasiado poco.

Durante años, esta persona (mi amistad) y yo estuvimos luchando por salir de aquello que nos estancaba como personas, de aquellas cosas que no nos permitían cumplir nuestras metas, de ese ambiente que solo nos ataba...y quien es su pareja, representa exactamente todo aquello de lo que buscábamos alejarnos.

En fin, es lógico pensar «y tú qué chingaos te metes, cada quién escoge con quién va a vivir su vida». Es muy cierto, pero no deja de ser una de las decepciones más profundas de mi vida. No solo porque yo se me incluyó en ninguna preparación, sino porque he sido testigo de la manera de ser de esta persona (el futuro conyúge) quien en el pasado, por cierto, hizo todo lo posible por enlodar mi nombre, por hablar de mí y por separarme de su «amor» porque le «metía ideas extrañas».Ideas extrañas que van en contra de todo lo que esta persona representa.

En fin. El anuncio del matrimonio simplemente me devastó. Es como...si tú hubieras trabajado mucho con alguien en un proyecto y de buenas a primeras alguien más se llevara a tu socio de vuelta a la mediocridad.

Y otra cosa que me partió más el corazón, es que la madre de mi amistad cumplió su sueño (prácticamente ya los andaba casando desde que se conocieron), cuando ella también me detestaba.

Lo sentí como una profunda traición.
La elección fue hecha y desde entonces ya no hay vuelta atrás.

Así estuve durante muchos días en los que no me calentaba ni el sol.

Sin embargo, después de sufrir mucho y de prácticamente asistir a la boda por compromiso (sintiendo casi asco de abrazar y besar a esta persona que me cae tan mal), y de darme un agarrón con mi amistad al punto de casi fracturar completamente la relación, caí en la cuenta de que solo me queda hacer una cosa:

Estar ahí.

Eso es, estar ahí.

¿Que las cosas no salen como mi amistad se imaginó? No voy a decir «te lo dije», sino que voy a ofrecer una mano amiga o un hombro donde llorar.

¿Que ha sido una decepción? Voy a estar allí para escuchar.

¿Que de nuevo estoy donde comencé, en aquel ambiente donde me sentía tan infeliz? Estaré allí para apoyar.

Esto me ha costado un inmenso trabajo, porque a poco más de un mes, esta persona está mostrando (de nuevo) su verdadera cara. Yo no me he expresado en su contra (ni lo haré), pero me aterroriza que aleje a mi amistad de mí.

Lo ha hecho antes y aunque ya nadie somos niños, la idea me produce un gran malestar.

Pero eso, estaré ahí.

Yo siempre deseé la mayor felicidad para mi amistad. Esperaba que se casara con otro tipo de persona (creo que en cierto modo, veía todo como si fuera una especie de hermano mayor o madre: casi nadie era digno). Aún no sé qué depara el futuro, pero sé que no voy a abandonar a quien quiero tanto.

Es difícil.