Era el primer día de la más reciente generación del Instituto. Como era de esperarse, muchos estaban muy nerviosos, otros incluso se perdían en los pasillos buscando su salón, y algunos, los más abiertos y vivaces, se dedican a entablar amistad desde el primer día, acaso como una búsqueda de apoyo ante la novedad de estar y vivir solos.
Porque si ese Instituto tenía alguna otra particularidad, además de la excelencia académica, era que todos los que estudiaban allí tenían que establecer residencia en el campus. Había de todo tipo de estudiantes, desde el que contaba con todos los lujos por provenir de una familia acaudalada hasta estudiantes becarios que si bien normalmente no tenían un centavo en la bolsa, tenían ganas de estudiar aunque eso significara no dormir durante el periodo de exámenes.
El rector del instituto era un hombre amable y de mirada cansada y voz profunda cuyo nombre era Ansem. Ansem tenía una gran pasión por las ciencias, aunque dominaba muchas otras disciplinas, de tal suerte que era llamado Ansem el sabio. Aunque frecuentemente se le veía caminando por los pasillos, de repente echando una ojeada a los salones, o bien incluso comiendo acompañando a algunos maestros en la cafetería o en los jardines, la mayoría de las situaciones eran resueltas por Xemnas, el director del área de Ciencias e Investigación.
Muchas veces los alumnos hacían comentarios respecto a éste último puesto que lucía muy joven para el puesto. Xemnas tenía la piel tostada, los ojos ámbar, casi con brillos dorados y el cabello largo y plateado. Éste incluso a veces aparentaba inexperiencia, pero todo esto era en realidad una mera apariencia externa, pues con solo escuchar su pausada y grave voz, y la mirada y la forma en que solucionaba las cosas rápidamente, bastaban para saber que él llevaba todo bajo control.
La relación de Xemnas y Ansem era buena. Eso podía notarse a leguas e incluso había alumnos que pensaban que el primero era hijo del segundo. Ellos no lo negaban o lo afirmaban, quizá por el hecho de que no sabían que levantaban ese tipo de rumores o bien porque no tenían interés en aclarar esa situación. De cualquier forma la escuela iba viento en popa, Ansem el sabio le había dedicado mucho tiempo, tal vez toda su vida, y estaba satisfecho de poder inculcar en sus alumnos la misma pasión que él sentía por las cosas.
–Quiero escribir un libro–le anunció Ansem una tarde a Xemnas, mientras la brisa cálida del verano entraba por la ventana ante la cual se encontraba parado.
–Me parece una excelente idea–sonrió Xemnas, que siempre había admirado en secreto a su maestro, aspirando a ser tan sabio como él.
Y es que Ansem el sabio en realidad nunca había hecho algo tan formal como un libro. A lo mucho se limitaba a escribir algunos ensayos, otras veces solamente hacía reportes sobre sus descubrimientos, reflexiones o consideraciones, y aún así, en ocasiones eran tan confusos que los mejores maestros, conocidos en el instituto como "Los académicos", no los comprendían. O en ocasiones estaban desordenados por notas sin orden cronológico, las cuales intrigaban a Xemnas más que ninguna otra cosa, quien hacía grandes esfuerzos por comprender al que fue su mentor desde que tenía memoria.
–Sé lo que piensas, Xemnas. Y sé cuán ansiosamente esperas que yo pueda dejarte algún legado en un escrito. Creo que nada me daría más gusto–. Ansem se dio la vuelta y miró al joven director con una sonrisa muy breve.- Últimamente he tenido el presentimiento de que algo está a punto de suceder en estas tierras. Y quiero dejar mis testimonios antes de que cualquier otra cosa suceda.
Xemnas se quedó serio, como congelado. ¿Qué estaba diciendo Ansem? ¿Acaso quería renunciar ya, después de tantos años de enseñanzas…o estaría enfermo, y veía el fin?...
–Señor, no comprendo.
–Yo tampoco, del todo. Pero sé que pronto lo descubriré. Quiero viajar, Xemnas. Quiero ir a aprender más del mundo, estar preparado y luego dejar al mismo mundo lo que sé antes de descansar.
– ¿Está…enfermo…maestro?... Preguntó finalmente Xemnas a quien los rodeos de su mentor le desagradaban sobremanera.
–No lo estoy- dijo finalmente el sabio. –Pero siento esta necesidad. A veces, el hombre tiene qué seguir su propio corazón, y es justamente lo que estoy haciendo. Espero que en el momento que lo hagas tú, Xemnas, lo hagas con la misma resolución que lo hago yo.
Xemnas no dijo más nada. Si su maestro y compañero en la vida, quería hacer algo, él no iba a impedirlo. Fijó su mirada en la ventana, pensando en todo lo que tendría qué hacer, pensando en que entraba una nueva generación de la cual se tenían grandes expectativas. Permaneció inmóvil en el sillón donde estaba sentado hasta el momento en que Ansem rompió el silencio.
–Tú estarás al frente de la escuela, aunque si se presenta alguna dificultad que no puedas controlar (cosa que en verdad dudo que pueda suceder), te daré la dirección en la que me podrás contactar.
–Será para mí un honor–Xemnas se levantó, orgulloso de que Ansem le tuviera esa confianza. El rector caminó hacia él y le dio unas palmadas en los hombros.
–Un rey, querido alumno, me ha invitado a que vaya con él a su castillo. Es un gran amigo mío que jamás he visto personalmente. Este rey parece conocer de cosas místicas que yo nunca hubiera considerado antes por excluirlas siempre, en mi banal ignorancia, de las ciencias exactas a las que me aficioné tanto. Ah, no sabes cuánto quiero aprender de él, que ve las cosas de forma que yo jamás he podido. Solo así llegaré a conocer la sabiduría. En su país, conoceré todas las maravillas que hasta este momento se han escondido de mis ojos y mi entendimiento, y empezaré a escribir.
–Y esperaré con ansia su regreso, para que me cuente, como en los tiempos en los que era más joven que los nuevos alumnos, lo que sabe, para entonces aprenderlo también.
–Despídeme de Xigbar, Xaldin, Vexen, y Lexaeus–dijo en tono afectuoso Ansem, refiriéndose a los "Académicos", que también eran, por cierto, coordinadores de distintas áreas.
–Así lo haré, señor.
Ansem sonrió y le dio un suave abrazo al peliplateado, saliendo muy despacio de la habitación.
–Me parece una excelente idea–sonrió Xemnas, que siempre había admirado en secreto a su maestro, aspirando a ser tan sabio como él.
Y es que Ansem el sabio en realidad nunca había hecho algo tan formal como un libro. A lo mucho se limitaba a escribir algunos ensayos, otras veces solamente hacía reportes sobre sus descubrimientos, reflexiones o consideraciones, y aún así, en ocasiones eran tan confusos que los mejores maestros, conocidos en el instituto como "Los académicos", no los comprendían. O en ocasiones estaban desordenados por notas sin orden cronológico, las cuales intrigaban a Xemnas más que ninguna otra cosa, quien hacía grandes esfuerzos por comprender al que fue su mentor desde que tenía memoria.
–Sé lo que piensas, Xemnas. Y sé cuán ansiosamente esperas que yo pueda dejarte algún legado en un escrito. Creo que nada me daría más gusto–. Ansem se dio la vuelta y miró al joven director con una sonrisa muy breve.- Últimamente he tenido el presentimiento de que algo está a punto de suceder en estas tierras. Y quiero dejar mis testimonios antes de que cualquier otra cosa suceda.
Xemnas se quedó serio, como congelado. ¿Qué estaba diciendo Ansem? ¿Acaso quería renunciar ya, después de tantos años de enseñanzas…o estaría enfermo, y veía el fin?...
–Señor, no comprendo.
–Yo tampoco, del todo. Pero sé que pronto lo descubriré. Quiero viajar, Xemnas. Quiero ir a aprender más del mundo, estar preparado y luego dejar al mismo mundo lo que sé antes de descansar.
– ¿Está…enfermo…maestro?... Preguntó finalmente Xemnas a quien los rodeos de su mentor le desagradaban sobremanera.
–No lo estoy- dijo finalmente el sabio. –Pero siento esta necesidad. A veces, el hombre tiene qué seguir su propio corazón, y es justamente lo que estoy haciendo. Espero que en el momento que lo hagas tú, Xemnas, lo hagas con la misma resolución que lo hago yo.
Xemnas no dijo más nada. Si su maestro y compañero en la vida, quería hacer algo, él no iba a impedirlo. Fijó su mirada en la ventana, pensando en todo lo que tendría qué hacer, pensando en que entraba una nueva generación de la cual se tenían grandes expectativas. Permaneció inmóvil en el sillón donde estaba sentado hasta el momento en que Ansem rompió el silencio.
–Tú estarás al frente de la escuela, aunque si se presenta alguna dificultad que no puedas controlar (cosa que en verdad dudo que pueda suceder), te daré la dirección en la que me podrás contactar.
–Será para mí un honor–Xemnas se levantó, orgulloso de que Ansem le tuviera esa confianza. El rector caminó hacia él y le dio unas palmadas en los hombros.
–Un rey, querido alumno, me ha invitado a que vaya con él a su castillo. Es un gran amigo mío que jamás he visto personalmente. Este rey parece conocer de cosas místicas que yo nunca hubiera considerado antes por excluirlas siempre, en mi banal ignorancia, de las ciencias exactas a las que me aficioné tanto. Ah, no sabes cuánto quiero aprender de él, que ve las cosas de forma que yo jamás he podido. Solo así llegaré a conocer la sabiduría. En su país, conoceré todas las maravillas que hasta este momento se han escondido de mis ojos y mi entendimiento, y empezaré a escribir.
–Y esperaré con ansia su regreso, para que me cuente, como en los tiempos en los que era más joven que los nuevos alumnos, lo que sabe, para entonces aprenderlo también.
–Despídeme de Xigbar, Xaldin, Vexen, y Lexaeus–dijo en tono afectuoso Ansem, refiriéndose a los "Académicos", que también eran, por cierto, coordinadores de distintas áreas.
–Así lo haré, señor.
Ansem sonrió y le dio un suave abrazo al peliplateado, saliendo muy despacio de la habitación.
Todo esto había sucedió algunos días atrás y si bien los alumnos de nuevo ingreso no se habían percatado mucho de la ausencia del rector (apenas si le conocían) los maestros se sentían un poco preocupados. Xemnas les había dicho que no había ningún problema, pero la realidad era que cuando Ansem hablaba de esa forma generalmente algo ocurría. Como si fuera un brujo, bromeaban algunos.
Y vaya en qué momento decidió dejar el rector su escuela en aras personales, la generación que arribaba ciertamente tenía algunos miembros muy interesantes. Xemnas decidió finalmente, convocar a una junta con los "Académicos", con quienes guardaba una profunda relación fraternal, ya que desde hacía muchos años atrás, ellos, junto con él, habían aprendido todo cuanto sabían de Ansem, perfeccionando cada uno la ciencia que más les apasionaba.
Esos profesores eran los más notables en cuanto a sus conocimientos, pero también en sus comportamientos y habilidades. Sin duda, eran el orgullo del sabio Ansem, y con el tiempo fueron precisamente ellos quienes formaron parte importante de la reputación del Instituto. Xemnas les tenía una gran confianza y estima, aunque a veces no siempre estuvieran de acuerdo. Tenía que hablar con ellos, tenía que comentar el sabor extraño que los anuncios de Ansem le habían dejado tras su partida.
Xemnas se levantó suavemente de su asiento. Había también algo…en ciertos alumnos nuevos que lo intrigaba. Y aunque no quería adelantar suposiciones respecto a ellos y la relación que él establecía con los "vaticinios" (por llamarles de alguna manera a los presentimientos de Ansem) de su maestro. Algo tenían…estos nuevos muchachos, que era tan distinto.
Y vaya en qué momento decidió dejar el rector su escuela en aras personales, la generación que arribaba ciertamente tenía algunos miembros muy interesantes. Xemnas decidió finalmente, convocar a una junta con los "Académicos", con quienes guardaba una profunda relación fraternal, ya que desde hacía muchos años atrás, ellos, junto con él, habían aprendido todo cuanto sabían de Ansem, perfeccionando cada uno la ciencia que más les apasionaba.
Esos profesores eran los más notables en cuanto a sus conocimientos, pero también en sus comportamientos y habilidades. Sin duda, eran el orgullo del sabio Ansem, y con el tiempo fueron precisamente ellos quienes formaron parte importante de la reputación del Instituto. Xemnas les tenía una gran confianza y estima, aunque a veces no siempre estuvieran de acuerdo. Tenía que hablar con ellos, tenía que comentar el sabor extraño que los anuncios de Ansem le habían dejado tras su partida.
Xemnas se levantó suavemente de su asiento. Había también algo…en ciertos alumnos nuevos que lo intrigaba. Y aunque no quería adelantar suposiciones respecto a ellos y la relación que él establecía con los "vaticinios" (por llamarles de alguna manera a los presentimientos de Ansem) de su maestro. Algo tenían…estos nuevos muchachos, que era tan distinto.
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