A los maestros en general les agradaba tener sus reuniones escolares y juntas en la inmensa sala de maestros del instituto, con estantes llenos de libros de todas las ciencias, enormes sillas con grandes respaldos, todas al estilo renacentista y una inmensa mesa de caoba, con adornos en los extremos. A estas reuniones siempre asistía Ansem, aunque casi nunca hablaba. Normalmente Xemnas era quien presidía estas reuniones y la minuta era tomada por Lexaeus muy prólijamente. El ambiente era tranquilo y se trataban los temas más variados ante gigantescos ventanales que iluminaban el recinto, como invitándolos a todos a celebrar más que a discutir asuntos de índole académica.
Ah, pero los académicos, salvo Vexen, preferían estar en otras partes que en el salón de maestros. Así que Xemnas decidió que esa reunión se efectuaría en los jardines que daban a la entrada del Instituto. Tanto misterio, y encima encerrados en aquella sala de maestros le eran desagradables. Además, al acercarse la hora de salida, los alumnos necesariamente pasarían por allí, lo cual les permitiría identificarlos mientras hablaban de ellos. Especialmente de aquellos en los que cada catedrático había enfocado su atención.
–Compañeros, he decidido tener esta junta inusual solamente con ustedes por la confianza que sé que me tienen y que les tengo yo también. No es ninguna novedad que nuestro maestro Ansem decidió tomarse un tiempo para sí y nos dejó a cargo de lo que por casi 40 años él se ha dedicado a construir.—dijo Xemnas a modo de preámbulo.
–Esta responsabilidad no es nada para nosotros, siempre hemos estado aquí, fuimos parte de las primeras generaciones–interrumpió Vexen–. Fuimos los mejores en su tiempo y seguimos siéndolo.
–Algo te está incomodando, Xemnas. Puedes decírnoslo sin tener tantos preámbulos. Para eso somos tus compañeros–secundó Lexaeus.
–No seremos los directores, pero carajo, no puedes vivir sin nosotros–concluyó Xigbar ante la mirada de Xaldin, que siempre apoyaba o rechazaba sus expresiones según era el caso.
Lo que había dicho Xigbar le dibujó a Xemnas una sonrisa en el rostro. Ciertamente no podía concebir esa escuela sin sus compañeros, todos discípulos como él de Ansem, los predilectos del sabio. Y también era cierto que él estaba orgulloso de ser el superior de todos, no en edad sino en conocimientos. Pocas veces ellos le cuestionaban porque él dominaba todas las ciencias. Aunque su trabajo no le permitía dedicarse a alguna en particular, buscaba la manera de estar en contacto con todas mediante los académicos. A veces pensaba que él preferiría ser académico que el superior o el director.
Con todo, a veces se sentía muy aislado. Encontrando sin encontrar, su lugar.
–No es el que estemos al frente de la escuela lo que me preocupa, en realidad…yo me tomaría mis vacaciones también e incluso tengo la certeza de que con uno solo de nosotros que permanezca aquí, todo irá bien. Pero no puedo evitar pensar en la nueva generación que esta semana inició clases...
–La decimotercera, vaya numerito–habló finalmente Xaldin.
–Sin duda está llena de novedades–continuó Xemnas–. Hay…algunos alumnos que sólo he visto de reojo, pero que me han despertado una gran curiosidad. Sé que algunos de ustedes han conocido a algunos, así que háblenme de ellos–el peliplateado cruzó los brazos y se recargó en la banca. Los demás se miraron mientras alguno de ellos se decidía a hablar.
–Yo he conocido a un muchacho muy extravagante…–empezó Lexaeus–pero no puedo imaginar qué es lo que pudiera preocuparte, Xemnas. Normalmente llegan a la escuela con ciertas costumbres que al final terminan desapareciendo sin problema.
–¿Qué tienes en mente, eh?—preguntó Xigbar.
–No sé ustedes–Volvió a hablar Xaldin–. Pero no creo que estos nuevos jóvenes sean precisamente normales. O si tienen "costumbres" raras como dice Lexaeus, no parecen tener la mínima intención de modificarlas. Yo creo que si algo ha visto Xemnas, es lo mismo que yo, aunque no sabría llamarle por algún nombre.
–¿Te preocupa que lleguen a convertirse en líderes…en malos líderes?...—preguntó secamente Vexen a su superior, tomándose de la barbilla.—Eso pasara, sería todo un caos.
–¿Pero no creen que están exagerando? No llevan ni siquiera la semana completa en clases—cuestionó Xigbar–. A lo mejor solamente están nerviosos.
–Eso espero. Aunque no puedo evitar relacionarlos con los cambios de los que habló nuestro maestro. Son tan diferentes a todos los que han llegado aquí antes…lo son tanto…necesito conocerlos más. Tal vez sí estoy exagerando.
–Recuerdo que en su momento, Ansem hizo algunas entrevistas–dijo Lexaeus con la mirada hacia las enormes puertas de salida, que poco a poco se iban llenando de personas. Quizá buscaba con la mirada al muchacho que había mencionado, o quizá solamente estaba algo distraído. Las voces comenzaron a subir de tono y poco a poco ciertos grupos se reunían, como ellos, en los jardines. –No estoy seguro que haya entrevistado a todos, y no recuerdo haber visto el reporte.
–Ansem jamás había hecho algo así antes. ¿Qué mosca le picó?—la mirada de Xigbar también se posó en los alumnos, ahora con más curiosidad. Él no se había puesto a pensar en nada de eso, solamente se limitaba a socializar con los alumnos nuevos cuando podía. Ah, sí, había algunos muy notorios, pero a él no se le había ocurrido que eso pudiera preocuparle a Xemnas.
–No lo sé, pero tal vez así lo tenía pensado y por eso dijo lo que dijo–respondió Xaldin.
–"Es conveniente vigilar de cerca de ciertos jóvenes que sin duda demuestran tener muchas cualidades pero también tienen la particularidad de hacerse notar de una u otra manera"–Murmuró Vexen ante la mirada atónita de sus colegas. Aclarando su garganta y mirando con timidez a Xemnas, agachó la cabeza al fin–. Fue lo único que el maestro me hizo llegar. Pensé que ustedes lo sabían. Supongo que son sus conclusiones respecto a las entrevistas.
Hubo unos instantes de silencio. Finalmente Lexaeus decidió comenzar de nuevo.
–Mi nuevo alumno se llama Zexion–dijo al fin–. Supongo que ustedes lo habrán visto. Está en la carrera de Filosofía y Letras.
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