Cuando era niño, mi familia jamás permanecía por mucho tiempo en un solo lugar. A mis ocho años, nos establecimos en Rhode Island y allí vivimos hasta que entré a la universidad en Colorado Springs, por lo que la mayoría de mis memorias están enraizadas en Rhode Island aunque hay algunos fragmentos, en el ático de mi mente, que les pertenece a otros tantos hogares donde vivimos cuando era más pequeño.
La mayoría de esos recuerdos son difusos o sin sentido, como por ejemplo perseguir a algún amigo en el jardín de una casa en Carolina del Norte, tratar de construir un bote para navegar el arroyo detrás del departamento que rentamos en Pensilvania y cosas así. Pero hay un montón de memorias que se me quedaron claras como el agua, como si hubieran sido cosas que pasaron justo ayer. A veces me pregunto si se tratan solo de sueños muy lúcidos que experimenté durante el largo tiempo que estuve enfermo aquella primavera…pero estoy convencido de que son reales.
Vivíamos en una casa justo fuera de la 'bulliciosa' ciudad de New Vineyard, en Maine (irónicamente la población solo era de 643 habitantes). Aquella era una edificación enorme, especialmente para una familia de tres. De hecho, había varios cuartos que nunca tuve la oportunidad de ver durante los cinco meses que residimos allí. De cierta forma, era un desperdicio de espacio pero era la única casa que estaba en renta por aquel tiempo y que quedara al menos a una hora del lugar de trabajo de mi padre.
El día siguiente a mi quinto cumpleaños (el cual solo compartí con mis padres), me tumbó una fiebre. El doctor dijo que padecía mononucleosis, lo que quería decir que no podría jugar y que tendría fiebre por al menos otras tres semanas. Era un muy mal momento para quedarme confinado a una cama, pues estábamos por empacar nuestras cosas y mudarnos a Pensilvania, por lo que la mayoría de mis cosas ya estaban guardadas y en cajas, dejando mi cuarto vacío. Mi madre me llevaba libros y bebidas varias veces al día, y eso era lo que me distraería durante las siguientes semanas. No obstante, el aburrimiento estaba a la orden del día para aumentar mi malestar.
No recuerdo exactamente cómo es que conocí al señor BocaGrande. Creo que fue casi una semana después de que me enfermé. Mi primera memoria de esa pequeña criatura fue cuando le pregunté cómo se llamaba. Él me pidió que lo llamara señor BocaGrande, porque…pues porque su boca era grande. De hecho, muchas cosas de él eran bastante grandes en comparación a su cuerpo: su cabeza, sus ojos, sus orejas torcidas…pero su boca, era por mucho, lo más grande.
—Pareces un Furby—Le dije, mientras él hojeaba uno de mis libros.
El señor BocaGrande se detuvo y me miró con una expresión perpleja.
—¿Furby? ¿Qué es un Furby?—preguntó.
Me encogí de hombros.
—Tú sabes, como el juguete. El pequeño robot con las orejas grandes que puedes acariciar y alimentar como si fuera una mascota de verdad.
—Oh—El señor BocaGrande siguió con lo que estaba haciendo—. No necesitas uno de esos. No son lo mismo que tener un amigo de verdad.
Recuerdo que el señor BocaGrande desaparecía cada vez que mi mamá entraba a ver cómo estaba.
—Me acuesto debajo de tu cama—Me explicó una vez—. No quiero que tus papás me vean porque tengo miedo de que ya no nos dejen jugar.
No hicimos gran cosa durante los días siguientes. El señor BocaGrande solo miraba mis libros, fascinado por las historias y las ilustraciones que tenían. La tercera o cuarta mañana después de que lo conocí, me saludó con una enorme sonrisa en su cara.
—Tengo un juego nuevo que podemos jugar—dijo—. Pero tenemos que esperar hasta después de que tu mamá venga a revisar si estás bien, porque no puede vernos jugarlo. Es un juego secreto.
Después de que mi madre me llevara más libros y refrescos a la hora usual, el señor BocaGrande salió de debajo de mi cama y me jaló la mano.
—Tenemos que ir al cuarto que está hasta el final del pasillo—dijo—.
Al principio me negué, porque mis papás me habían prohibido salir de la cama sin su permiso, pero el señor BocaGrande insistió hasta que acepté.
El cuarto en cuestión no tenía ni muebles ni papel tapiz. La única cosa que lo distinguía era que tenía una ventana justo enfrente de la puerta. El señor BocaGrande corrió rápidamente a través del cuarto y le dio un firme empujón a la ventana, abriéndola. Entonces, me invitó a asomarme y ver hacia abajo.
Estábamos en el segundo piso de la casa, pero esta estaba sobre una colina y desde ese ángulo una caída era mucho más alta a solo dos pisos debido a eso.
—Me gusta jugar a fingir—explicó—, y finjo que aquí, debajo de la ventana, hay un suave trampolín y luego salto. Si te lo imaginas con suficiente fuerza, entonces sientes que rebotas, suave como una pluma. Quiero que lo intentes.
Yo era un chiquillo de cinco años con fiebre por lo que un solo pensamiento escéptico me cruzó la mente para considerarlo.
—En una gran caída—respondí.
—Pero eso es justo lo divertido. No sería divertido si solo fuera una caída pequeña. Si así fuera, entonces mejor deberías brincar solo en trampolines de verdad.
Por un momento, jugueteé con la idea en mi mente, me imaginé en caída libre solo para rebotar de nuevo hacia la ventana o algo así, jamás visto por ojos humanos. Sin embargo, la realidad prevaleció en mi conciencia.
—Mejor en otra ocasión—dije—. No estoy seguro de tener mucha imaginación y me podría lastimar.
La cara del señor BocaGrande se torció en un gruñido, aunque fue solo por un momento: la ira se tornó en decepción.
—Si tú lo dices—contestó y pasó el resto del día debajo de mi cama, silencioso como un ratón.
La mañana siguiente, el señor BocaGrande llegó sosteniendo una pequeña caja.
—Quiero enseñarte a hacer malabares—dijo—. Aquí hay algunas cosas que podemos usar para practicar, antes de comenzar con las primeras lecciones.
Miré dentro de la caja y estaba llena de cuchillos.
—¡Mis papás se van a enojar muchísimo conmigo!—grité, horrorizado de que el señor BocaGrande trajera los cuchillos al cuarto, objetos que ellos jamás me permitirían siquiera tocar—¡Me pegarán y me castigarán por un año!
El señor BocaGrande frunció el ceño.
—Es divertido hacer malabares con ellos, quiero que lo intentes.
Yo empujé la caja lejos.
—No puedo, me metería en problemas y los chuchillos no son seguros para aventarlos.
La expresión del señor BocaGrande se convirtió en un gesto de enojo…tomó la caja de cuchillos y la empujó debajo de mi cama, y se quedó allí el resto del día. Empecé a preguntarme qué tan seguido se la pasaba ahí, debajo de mí.
Después de eso, comencé a tener problemas para dormir. El señor BocaGrande seguido me despertaba por las noches diciendo que había puesto un trampolín de verdad bajo la ventana, uno muy grande que no podría ver en la noche. Yo siempre me rehusaba y trataba de volver a dormir pero él persistía. A veces incluso se quedaba a mi lado todo el tiempo hasta muy temprano por la mañana, animándome a saltar.
Así, dejó de ser divertido jugar con él.
Una mañana, mi madre me dijo que tenía su permiso de salir a caminar un rato afuera, pues creyó que un poco de aire fresco me haría bien, especialmente tras estar confinado en mi cuarto por tanto tiempo. Muy emocionado, me puse mis tenis y salí corriendo al jardín, ansiando sentir el sol en mi cara.
El señor BocaGrande estaba esperando por mí.
—Hay algo que quiero que veas—me dijo, y debí haberlo mirado de forma rara, porque en seguida agregó—. Es seguro, te lo prometo.
Lo seguí hasta que dimos con una senda por la que solían pasar venados y que llevaba al bosque detrás de la casa.
—Este en un sendero muy importante—explicó—. He tenido muchos amiguitos de tu edad y cuando están listos, los llevo por aquí a un lugar muy especial. Tú aún no lo estás, pero un día espero llevarte allí.
Regresé a la casa, preguntándome qué tipo de lugar habría más allá de aquel camino.
Dos semanas después de conocer al señor BocaGrande, nuestras últimas cosas ya habían sido empacadas y metidas en un camión de mudanza. Yo iría con mis papás en la parte de adelante, sentado junto a mi padre durante el largo camino a Pensilvania. Pensé en decirle al señor BocaGrande que me iba, pero aún a pesar de tener cinco años sospeché que sus intenciones no eran muy buenas, a pesar de todo lo que había dicho. Por eso, decidí mantener mi salida en secreto.
Mi papá y yo estábamos dentro de la camioneta a eso de las 4 de la mañana y él esperaba que llegáramos a Pensilvania a la hora del almuerzo del día siguiente, con la ayuda de una gran dotación de café y un paquete de bebidas energizantes. Parecía más bien un hombre listo para correr un maratón que uno que pasaría casi dos días sentado.
—Es muy temprano para tí, ¿verdad?—Me preguntó mi padre con un dejo de simpatía.
Asentí y recargué mi cabeza contra la ventana, esperando dormir un poco más antes de que el sol saliera. Sentí la mano de mi papá sobre mi hombro.
—Esta es la última vez que nos cambiamos, hijo. Lo prometo. Sé que es difícil para ti, especialmente porque estás enfermito. Una vez que papi tenga su ascenso, nos vamos a establecer en un solo lugar y podrás hacer muchos amigos.
Abrí los ojos cuando el camión se echó de reversa para salir de la cochera y vi la silueta del señor BocaGrande en la ventana de mi cuarto. Él se quedó inmóvil hasta que el camión se giró para entrar en el camino principal. Entonces, el agitó su mano en una señal de 'adiós', mientras sujetaba un cuchillo de carnicero. No le respondí para despedirme.
Años después, regresé a New Vineyard. El terreno donde estaba la casa donde viví estaba vacío salvo por los cimientos, pues esta se había incendiado unos años después de que mi familia se mudó. Por curiosidad, seguí el sendero que el señor BocaGrande me había mostrado aquella vez, y una parte de mi esperaba que saliera de detrás de algún arbusto y me cagara de miedo, pero por alguna razón sentí que el señor BocaGrande se había ido, puesto que la casa estaba destruida.
El camino daba con el cementerio de New Vineyard.
Y entonces me di cuenta de que muchas de las lápidas eran de niños.
+ + + +
Notas del traductor:
Casi me vomito de ver lo jodidamente mal escritas que estas traducciones están hechas a lo largo del Internet. Como siempre, deseo decirte, a ti que me estás leyendo, que este blog y estas entradas están traducidas directamente de la fuente original de la creepypasta en inglés, por lo que no son una copia de la copia de la copia de gente que cree que por medio saber inglés saben adaptar y traducir.
En fin que he visto que le han llamado a este personaje 'señor bocón' lo cual no es correcto en tanto que bocón también es un adjetivo usado para definir a alguien mentiroso. Aunque ignoro si querían darle ese tinte por las ridículas peticiones del siniestro personaje al momento de traducirlo, en realidad Mr. Wide Mouth jamás le mintió al niño. Solo pretendía que le obedeciera. Ahora bien, Wide Mouth en sí se refiere más a la forma de la boca de la criatura. Es decir, una boca grande. Así pues, ya que el personaje solicita que sea ese su nombre (precedido del título 'señor') no pude concebir que se llamara señor bocón sino más bien algo más formal, de ahí que lo puse, por mis huevos, como señor BocaGrande.
Tampoco en ningún momento mencionan que sea peludo (como un Furby) o que siquiera sea similar a un Furby, sino que por sus facciones el niño (de cinco años) no encontró mejor comparación que decirle que se parecía a uno de esos juguetes.
No es un maldito perro mezcla entre un Furby y Sonic, chingada madre.
La genial ilustración de este blog, que es algo más parecido a lo que considero que BocaGrande luciría, fue hecha por el genial friggin [http://friggin.deviantart.com] y puede ser encontrada en esta dirección: http://friggin.deviantart.com/art/Mr-Widemouth-320433391. Si tienen cuenta en Deviantart, no se les olvide dejarle algún buen comentario y darle favorito.
De igual forma, es menester recordarte que siempre hago correcciones sintácticas, adecuaciones idiomáticas y castellanizo términos (como en este caso, Pensilvania), por lo que seguramente será distinta a otras traducciones amateur publicadas en otras páginas de creepypastas en español.
Puedes utilizar esta creepypasta en tu blog, compartirla en tus redes sociales o distribuirla, pero por favor, incluye el crédito correspondiente y la liga a mi página original. Todas mis traducciones y en general lo que publico en este blog está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-Compartir-Igual 3.0.
La mayoría de esos recuerdos son difusos o sin sentido, como por ejemplo perseguir a algún amigo en el jardín de una casa en Carolina del Norte, tratar de construir un bote para navegar el arroyo detrás del departamento que rentamos en Pensilvania y cosas así. Pero hay un montón de memorias que se me quedaron claras como el agua, como si hubieran sido cosas que pasaron justo ayer. A veces me pregunto si se tratan solo de sueños muy lúcidos que experimenté durante el largo tiempo que estuve enfermo aquella primavera…pero estoy convencido de que son reales.
Vivíamos en una casa justo fuera de la 'bulliciosa' ciudad de New Vineyard, en Maine (irónicamente la población solo era de 643 habitantes). Aquella era una edificación enorme, especialmente para una familia de tres. De hecho, había varios cuartos que nunca tuve la oportunidad de ver durante los cinco meses que residimos allí. De cierta forma, era un desperdicio de espacio pero era la única casa que estaba en renta por aquel tiempo y que quedara al menos a una hora del lugar de trabajo de mi padre.
El día siguiente a mi quinto cumpleaños (el cual solo compartí con mis padres), me tumbó una fiebre. El doctor dijo que padecía mononucleosis, lo que quería decir que no podría jugar y que tendría fiebre por al menos otras tres semanas. Era un muy mal momento para quedarme confinado a una cama, pues estábamos por empacar nuestras cosas y mudarnos a Pensilvania, por lo que la mayoría de mis cosas ya estaban guardadas y en cajas, dejando mi cuarto vacío. Mi madre me llevaba libros y bebidas varias veces al día, y eso era lo que me distraería durante las siguientes semanas. No obstante, el aburrimiento estaba a la orden del día para aumentar mi malestar.
No recuerdo exactamente cómo es que conocí al señor BocaGrande. Creo que fue casi una semana después de que me enfermé. Mi primera memoria de esa pequeña criatura fue cuando le pregunté cómo se llamaba. Él me pidió que lo llamara señor BocaGrande, porque…pues porque su boca era grande. De hecho, muchas cosas de él eran bastante grandes en comparación a su cuerpo: su cabeza, sus ojos, sus orejas torcidas…pero su boca, era por mucho, lo más grande.
—Pareces un Furby—Le dije, mientras él hojeaba uno de mis libros.
El señor BocaGrande se detuvo y me miró con una expresión perpleja.
—¿Furby? ¿Qué es un Furby?—preguntó.
Me encogí de hombros.
—Tú sabes, como el juguete. El pequeño robot con las orejas grandes que puedes acariciar y alimentar como si fuera una mascota de verdad.
—Oh—El señor BocaGrande siguió con lo que estaba haciendo—. No necesitas uno de esos. No son lo mismo que tener un amigo de verdad.
Recuerdo que el señor BocaGrande desaparecía cada vez que mi mamá entraba a ver cómo estaba.
—Me acuesto debajo de tu cama—Me explicó una vez—. No quiero que tus papás me vean porque tengo miedo de que ya no nos dejen jugar.
No hicimos gran cosa durante los días siguientes. El señor BocaGrande solo miraba mis libros, fascinado por las historias y las ilustraciones que tenían. La tercera o cuarta mañana después de que lo conocí, me saludó con una enorme sonrisa en su cara.
—Tengo un juego nuevo que podemos jugar—dijo—. Pero tenemos que esperar hasta después de que tu mamá venga a revisar si estás bien, porque no puede vernos jugarlo. Es un juego secreto.
Después de que mi madre me llevara más libros y refrescos a la hora usual, el señor BocaGrande salió de debajo de mi cama y me jaló la mano.
—Tenemos que ir al cuarto que está hasta el final del pasillo—dijo—.
Al principio me negué, porque mis papás me habían prohibido salir de la cama sin su permiso, pero el señor BocaGrande insistió hasta que acepté.
El cuarto en cuestión no tenía ni muebles ni papel tapiz. La única cosa que lo distinguía era que tenía una ventana justo enfrente de la puerta. El señor BocaGrande corrió rápidamente a través del cuarto y le dio un firme empujón a la ventana, abriéndola. Entonces, me invitó a asomarme y ver hacia abajo.
Estábamos en el segundo piso de la casa, pero esta estaba sobre una colina y desde ese ángulo una caída era mucho más alta a solo dos pisos debido a eso.
—Me gusta jugar a fingir—explicó—, y finjo que aquí, debajo de la ventana, hay un suave trampolín y luego salto. Si te lo imaginas con suficiente fuerza, entonces sientes que rebotas, suave como una pluma. Quiero que lo intentes.
Yo era un chiquillo de cinco años con fiebre por lo que un solo pensamiento escéptico me cruzó la mente para considerarlo.
—En una gran caída—respondí.
—Pero eso es justo lo divertido. No sería divertido si solo fuera una caída pequeña. Si así fuera, entonces mejor deberías brincar solo en trampolines de verdad.
Por un momento, jugueteé con la idea en mi mente, me imaginé en caída libre solo para rebotar de nuevo hacia la ventana o algo así, jamás visto por ojos humanos. Sin embargo, la realidad prevaleció en mi conciencia.
—Mejor en otra ocasión—dije—. No estoy seguro de tener mucha imaginación y me podría lastimar.
La cara del señor BocaGrande se torció en un gruñido, aunque fue solo por un momento: la ira se tornó en decepción.
—Si tú lo dices—contestó y pasó el resto del día debajo de mi cama, silencioso como un ratón.
La mañana siguiente, el señor BocaGrande llegó sosteniendo una pequeña caja.
—Quiero enseñarte a hacer malabares—dijo—. Aquí hay algunas cosas que podemos usar para practicar, antes de comenzar con las primeras lecciones.
Miré dentro de la caja y estaba llena de cuchillos.
—¡Mis papás se van a enojar muchísimo conmigo!—grité, horrorizado de que el señor BocaGrande trajera los cuchillos al cuarto, objetos que ellos jamás me permitirían siquiera tocar—¡Me pegarán y me castigarán por un año!
El señor BocaGrande frunció el ceño.
—Es divertido hacer malabares con ellos, quiero que lo intentes.
Yo empujé la caja lejos.
—No puedo, me metería en problemas y los chuchillos no son seguros para aventarlos.
La expresión del señor BocaGrande se convirtió en un gesto de enojo…tomó la caja de cuchillos y la empujó debajo de mi cama, y se quedó allí el resto del día. Empecé a preguntarme qué tan seguido se la pasaba ahí, debajo de mí.
Después de eso, comencé a tener problemas para dormir. El señor BocaGrande seguido me despertaba por las noches diciendo que había puesto un trampolín de verdad bajo la ventana, uno muy grande que no podría ver en la noche. Yo siempre me rehusaba y trataba de volver a dormir pero él persistía. A veces incluso se quedaba a mi lado todo el tiempo hasta muy temprano por la mañana, animándome a saltar.
Así, dejó de ser divertido jugar con él.
Una mañana, mi madre me dijo que tenía su permiso de salir a caminar un rato afuera, pues creyó que un poco de aire fresco me haría bien, especialmente tras estar confinado en mi cuarto por tanto tiempo. Muy emocionado, me puse mis tenis y salí corriendo al jardín, ansiando sentir el sol en mi cara.
El señor BocaGrande estaba esperando por mí.
—Hay algo que quiero que veas—me dijo, y debí haberlo mirado de forma rara, porque en seguida agregó—. Es seguro, te lo prometo.
Lo seguí hasta que dimos con una senda por la que solían pasar venados y que llevaba al bosque detrás de la casa.
—Este en un sendero muy importante—explicó—. He tenido muchos amiguitos de tu edad y cuando están listos, los llevo por aquí a un lugar muy especial. Tú aún no lo estás, pero un día espero llevarte allí.
Regresé a la casa, preguntándome qué tipo de lugar habría más allá de aquel camino.
Dos semanas después de conocer al señor BocaGrande, nuestras últimas cosas ya habían sido empacadas y metidas en un camión de mudanza. Yo iría con mis papás en la parte de adelante, sentado junto a mi padre durante el largo camino a Pensilvania. Pensé en decirle al señor BocaGrande que me iba, pero aún a pesar de tener cinco años sospeché que sus intenciones no eran muy buenas, a pesar de todo lo que había dicho. Por eso, decidí mantener mi salida en secreto.
Mi papá y yo estábamos dentro de la camioneta a eso de las 4 de la mañana y él esperaba que llegáramos a Pensilvania a la hora del almuerzo del día siguiente, con la ayuda de una gran dotación de café y un paquete de bebidas energizantes. Parecía más bien un hombre listo para correr un maratón que uno que pasaría casi dos días sentado.
—Es muy temprano para tí, ¿verdad?—Me preguntó mi padre con un dejo de simpatía.
Asentí y recargué mi cabeza contra la ventana, esperando dormir un poco más antes de que el sol saliera. Sentí la mano de mi papá sobre mi hombro.
—Esta es la última vez que nos cambiamos, hijo. Lo prometo. Sé que es difícil para ti, especialmente porque estás enfermito. Una vez que papi tenga su ascenso, nos vamos a establecer en un solo lugar y podrás hacer muchos amigos.
Abrí los ojos cuando el camión se echó de reversa para salir de la cochera y vi la silueta del señor BocaGrande en la ventana de mi cuarto. Él se quedó inmóvil hasta que el camión se giró para entrar en el camino principal. Entonces, el agitó su mano en una señal de 'adiós', mientras sujetaba un cuchillo de carnicero. No le respondí para despedirme.
Años después, regresé a New Vineyard. El terreno donde estaba la casa donde viví estaba vacío salvo por los cimientos, pues esta se había incendiado unos años después de que mi familia se mudó. Por curiosidad, seguí el sendero que el señor BocaGrande me había mostrado aquella vez, y una parte de mi esperaba que saliera de detrás de algún arbusto y me cagara de miedo, pero por alguna razón sentí que el señor BocaGrande se había ido, puesto que la casa estaba destruida.
El camino daba con el cementerio de New Vineyard.
Y entonces me di cuenta de que muchas de las lápidas eran de niños.
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Notas del traductor:
Casi me vomito de ver lo jodidamente mal escritas que estas traducciones están hechas a lo largo del Internet. Como siempre, deseo decirte, a ti que me estás leyendo, que este blog y estas entradas están traducidas directamente de la fuente original de la creepypasta en inglés, por lo que no son una copia de la copia de la copia de gente que cree que por medio saber inglés saben adaptar y traducir.
En fin que he visto que le han llamado a este personaje 'señor bocón' lo cual no es correcto en tanto que bocón también es un adjetivo usado para definir a alguien mentiroso. Aunque ignoro si querían darle ese tinte por las ridículas peticiones del siniestro personaje al momento de traducirlo, en realidad Mr. Wide Mouth jamás le mintió al niño. Solo pretendía que le obedeciera. Ahora bien, Wide Mouth en sí se refiere más a la forma de la boca de la criatura. Es decir, una boca grande. Así pues, ya que el personaje solicita que sea ese su nombre (precedido del título 'señor') no pude concebir que se llamara señor bocón sino más bien algo más formal, de ahí que lo puse, por mis huevos, como señor BocaGrande.
Tampoco en ningún momento mencionan que sea peludo (como un Furby) o que siquiera sea similar a un Furby, sino que por sus facciones el niño (de cinco años) no encontró mejor comparación que decirle que se parecía a uno de esos juguetes.
No es un maldito perro mezcla entre un Furby y Sonic, chingada madre.
La genial ilustración de este blog, que es algo más parecido a lo que considero que BocaGrande luciría, fue hecha por el genial friggin [http://friggin.deviantart.com] y puede ser encontrada en esta dirección: http://friggin.deviantart.com/art/Mr-Widemouth-320433391. Si tienen cuenta en Deviantart, no se les olvide dejarle algún buen comentario y darle favorito.
De igual forma, es menester recordarte que siempre hago correcciones sintácticas, adecuaciones idiomáticas y castellanizo términos (como en este caso, Pensilvania), por lo que seguramente será distinta a otras traducciones amateur publicadas en otras páginas de creepypastas en español.
Puedes utilizar esta creepypasta en tu blog, compartirla en tus redes sociales o distribuirla, pero por favor, incluye el crédito correspondiente y la liga a mi página original. Todas mis traducciones y en general lo que publico en este blog está bajo licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-Compartir-Igual 3.0.