Hace cinco años vivÃa en el centro de una gran ciudad en los Estados Unidos. Siempre he sido una persona nocturna asà que seguido me aburrÃa cuando mi compañero de casa (quien era todo lo contrario) se iba a dormir. Para pasar el tiempo, solÃa dar largas caminatas y pensar.
Cuatro años me la pasé asÃ, caminando solo en la noche y sin ningún motivo para sentir miedo. Siempre bromeaba con mi amigo diciéndole que incluso los vendedores de droga de la ciudad eran amables, sin embargo eso cambió en cuestión de minutos una noche.
Era un miércoles, por ahà de la una o dos de la mañana, y caminaba cerca de un parque con vigilancia bastante lejos de mi departamento. Era una noche muy tranquila, incluso para ser de mitad de semana, con muy poco tráfico y casi nadie en la calle. El parque, como casi siempre por la noche, estaba desierto.
Di la vuelta por una pequeña calle para regresa a mi apartamento cuando lo vi por primera vez. Al hacia el final de la calle, a mi lado estaba la silueta de un hombre bailando. Era un baile extraño, parecido al de un vals, pero terminaba cada cabriola con una rara zancada hacia al frente. Se podÃa decir que estaba caminando al bailar, y se dirigÃa hacia mÃ.
Pensando que probablemente estaba borracho, me movà lo más que pude hacia el arroyo vehicular para darle espacio sobre la banqueta y que pudiera pasarme de largo. Entre más se acercaba, más me di cuenta de lo gráciles que eran sus movimientos. Era muy alto y larguirucho y llevaba puesto un viejo traje. Bailó más cerca de mà hasta que pude ver su rostro. Sus ojos estaban abiertos como platos y parecÃan de loco y su cabeza estaba echada ligeramente hacia atrás, como si mirara al cielo.
En su boca se formaba una innatural, casi dolorosa sonrisa, amplia y casi caricaturesca.
Al ver sus ojos y sonrisa decidà cruzar la calle antes de que se me acercara más.
Le quité la vista de encima mientras atravesaba la calle vacÃa y cuando llegué al otro lado le eché de nuevo una ojeada…y me paré en seco. HabÃa dejado de bailar y estaba parado sobre un solo pie, en perfecta posición paralela respecto a mÃ. Su rostro estaba volteado hacia mà pero sus ojos seguÃan mirando hacia arriba.
Cuatro años me la pasé asÃ, caminando solo en la noche y sin ningún motivo para sentir miedo. Siempre bromeaba con mi amigo diciéndole que incluso los vendedores de droga de la ciudad eran amables, sin embargo eso cambió en cuestión de minutos una noche.
Era un miércoles, por ahà de la una o dos de la mañana, y caminaba cerca de un parque con vigilancia bastante lejos de mi departamento. Era una noche muy tranquila, incluso para ser de mitad de semana, con muy poco tráfico y casi nadie en la calle. El parque, como casi siempre por la noche, estaba desierto.
Di la vuelta por una pequeña calle para regresa a mi apartamento cuando lo vi por primera vez. Al hacia el final de la calle, a mi lado estaba la silueta de un hombre bailando. Era un baile extraño, parecido al de un vals, pero terminaba cada cabriola con una rara zancada hacia al frente. Se podÃa decir que estaba caminando al bailar, y se dirigÃa hacia mÃ.
Pensando que probablemente estaba borracho, me movà lo más que pude hacia el arroyo vehicular para darle espacio sobre la banqueta y que pudiera pasarme de largo. Entre más se acercaba, más me di cuenta de lo gráciles que eran sus movimientos. Era muy alto y larguirucho y llevaba puesto un viejo traje. Bailó más cerca de mà hasta que pude ver su rostro. Sus ojos estaban abiertos como platos y parecÃan de loco y su cabeza estaba echada ligeramente hacia atrás, como si mirara al cielo.
En su boca se formaba una innatural, casi dolorosa sonrisa, amplia y casi caricaturesca.
Al ver sus ojos y sonrisa decidà cruzar la calle antes de que se me acercara más.
Le quité la vista de encima mientras atravesaba la calle vacÃa y cuando llegué al otro lado le eché de nuevo una ojeada…y me paré en seco. HabÃa dejado de bailar y estaba parado sobre un solo pie, en perfecta posición paralela respecto a mÃ. Su rostro estaba volteado hacia mà pero sus ojos seguÃan mirando hacia arriba.
Yo estaba completa y absolutamente nervioso. Empecé a caminar pero mantuve mi mirada en el hombre. No se movió. Una vez que me alejé una media cuadra de él volteé mi mirada al frente para continuar. La calle y la banqueta adelante estaban completamente solas.
Aún inquieto, volteé hacia donde el tipo se habÃa quedado parado para descubrir que habÃa desparecido. Por un breve momento me sentà aliviado hasta que lo volvà a ver. HabÃa cruzado la calle y estaba ahora estaba ligeramente agachado. No sabrÃa decirlo con seguridad debido a la distancia y a la oscuridad, pero estoy seguro que estaba volteando hacia mÃ. Le habÃa quitado la mirada por no más de diez segundos asà que estaba seguro de que se movÃa bastante rápido.
Me quedé tan pasmado que permanecà parado allà por un momento, mirándolo fijamente. Luego empezó a moverse hacia mà otra vez. LucÃa enorme, sus pasos de puntillas eran exageradamente largos, como si fuera un dibujo animado caminando de puntillas tratando de no ser descubierto…excepto que él se movÃa muy, muy rápido.
A este punto me gustarÃa decir que corrà o que saqué mi espray contra ladrones o mi teléfono, pero no lo hice. Solo me quedé allÃ, completamente congelado mientras el hombre sonriente se me acercaba.
Luego se detuvo otra vez, a un par de metros de mÃ. Aún sonriendo grotescamente, siempre mirando al cielo.
Cuando por fin pude hablar, escupà lo primero que se me vino a la mente. Lo que querÃa preguntar era ‘¡¿Qué quieres?!’ usando un tono firme y molesto, pero lo que salió de mi garganta fue un quejido chillón ‘¿Quéeeeeeehhh?’
Independientemente de si los humanos pueden o no oler el miedo, definitivamente pueden escucharlo. Y yo lo oà en mi propia voz y eso solo me hizo sentir más terror. Pero él no reaccionó en lo absoluto. Solo se quedó allÃ, sonriendo.
Y entonces, después de un rato que me pareció una eternidad, se dio la vuelta, muy despacio, y comenzó a alejarse danzando. Tal cual.
Sin querer darle la espalda de nuevo, me le quedé viendo mientras se iba, hasta que estaba lo suficientemente lejos de mi vista. Entonces, me di cuenta de algo. Ya no se estaba alejando, ni estaba bailando. Mire con horror la silueta a la distancia, volviéndose cada vez más y más grande. Estaba regresando hacia donde yo estaba. Y esta vez lo hacÃa corriendo.
Yo también corrÃ.
Corrà hasta que salà de esa calle y me dirigà a otra mucho más amplia, iluminada y con más tráfico. Volvà a mirar hacia atrás y no lo và por ningún lado. El resto del camino a casa seguà mirando por detrás de mi hombro esperando encontrarme con esa estúpida sonrisa, pero él ya no apareció.
Vivà en esa ciudad por seis meses después de aquella noche y nunca volvà a salir a caminar. HabÃa algo en esa cara que siempre me aterrorizó…no se veÃa borracho ni drogado. Simplemente lucÃa absolutamente loco.
Y ver algo asà es muy, muy aterrador.
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